Tabla de skate fabricada con 7 capas de madera de arce canadiense grado A.
©2025 Banco de México Diego Rivera Frida Kahlo Museums Trust, Mexico, D.F. / Artists Rights Society (ARS), New York
Autorretrato dedicado al Dr. Eloesser (1940) es una carta visual que Frida Kahlo escribió con pincel en lugar de pluma. Más que un retrato, es un agradecimiento pintado con solemnidad, devoción… y, por supuesto, ese toque teatral que solo Frida sabía imprimir a su imagen. En esta obra, se presenta erguida y serena, vestida con un huipil morado decorado con motivos prehispánicos, un guiño a sus raíces mexicanas y a su pasión por el simbolismo indígena.
Su mirada es directa, firme, casi hipnótica, como si quisiera asegurarse de que su mensaje llegue sin intermediarios. El fondo es austero, casi vacío, lo que acentúa su presencia majestuosa. A sus espaldas, un cielo nublado parece advertirnos que, aunque la tormenta ha pasado, las heridas siguen ahí —ocultas, pero no olvidadas.
El retrato fue dedicado al Dr. Leo Eloesser, su médico y amigo cercano, quien la asistió en los momentos más duros de su salud. Pero no esperes encontrar sentimentalismos fáciles: lo que Frida ofrece es gratitud vestida de poder. Porque incluso al agradecer, mantiene el control absoluto de su narrativa visual.
Con esta pintura, Kahlo convierte el dolor en dignidad, la recuperación en arte y la relación médico-paciente en una escena que podría estar a medio camino entre un altar personal y una performance de resistencia. Como siempre, lo íntimo se vuelve universal y lo cotidiano, extraordinario.