Este tríptico está formado por tres tablas de skate realizadas con madera de arce canadiense de grado A en 7 capas.
© Estate of Jean-Michel Basquiat. Licencia de Artestar, Nueva York.
La Hara (1981) es una de las obras más impactantes y cargadas de crítica social de Jean-Michel Basquiat, realizada en una etapa temprana pero ya muy intensa de su carrera. El título hace referencia a una expresión coloquial usada en barrios latinos y afroamericanos de Nueva York para referirse a la policía. Se cree que proviene de una deformación de “la law” (la ley en inglés) o del apellido irlandés “O’Hara”, común entre oficiales de policía. Pero más allá del origen, la palabra tiene un fuerte tono de rechazo y desconfianza.
Basquiat, hijo de padre haitiano y madre puertorriqueña, creció en una ciudad profundamente marcada por la violencia policial, el racismo institucional y la marginalización de las comunidades afrodescendientes y latinas. La Hara canaliza ese conflicto con una crítica feroz a la autoridad policial, especialmente la que recae sobre los cuerpos racializados.
En la obra, Basquiat representa a un oficial de policía blanco, con una expresión rígida, mirada fija y cuerpo casi sin vida. La figura tiene un aire grotesco, más cercano a un espectro amenazante que a una persona real. El fondo rojo vibrante y los trazos agresivos refuerzan esta sensación de peligro. Como en muchas de sus obras, aparecen palabras escritas, en este caso repetidamente: “LA HARA”, como si las quisiera gritar desde el lienzo.
En ese contexto, este policía no es solo un personaje: es un símbolo del poder opresivo que recaía sobre las comunidades negras y latinas. Con esta obra, Basquiat no está haciendo una simple crítica: está poniendo sobre la mesa un conflicto que él vivió muy de cerca, y lo hace con rabia, ironía y claridad.
La figura del policía, que tradicionalmente representa autoridad y orden, aquí aparece deshumanizada, casi como una marioneta vacía. Es su manera de desafiar los símbolos del poder y de dar visibilidad a los que normalmente no la tienen. Aunque el estilo es crudo y aparentemente espontáneo, el mensaje es contundente y está cuidadosamente construido: habla de historia, de injusticia, de identidad y de resistencia.
La Hara es un ejemplo perfecto de cómo Basquiat utilizaba el arte como una herramienta de denuncia. Con una fuerza visual arrolladora, convierte lo personal en político y obliga al espectador a mirar de frente una realidad que muchos prefieren ignorar.