Este tríptico está formado por tres tablas de skate realizadas con madera de arce canadiense de grado A en 7 capas.
©2025 Banco de México Diego Rivera Frida Kahlo Museums Trust, Mexico, D.F. / Artists Rights Society (ARS), New York
Yo y mis pericos (1941) es uno de esos autorretratos en los que Frida Kahlo parece decirnos: “Sí, he sufrido, pero mírame aquí, serena y majestuosa, rodeada de loros como una reina exótica en su corte emplumada”. En esta obra, Frida se muestra con su característica mirada frontal e intensa, vestida con una sencilla camisa blanca que contrasta con la viveza de los cuatro loros que la rodean. Estas aves, lejos de ser un simple adorno tropical, parecen formar parte de su identidad.
Los loros —dos en sus hombros, uno en el brazo y otro aferrado a su pecho— posan con una solemnidad casi hierática, como si supieran que están participando en un rito visual. Frida, impasible, los sostiene con delicadeza, como quien ha hecho de la naturaleza un refugio y de la soledad, una compañía.
La escena, aunque estática, rebosa vida: hay color, textura y un aire de misterio domesticado. Frida no sonríe, pero los ojos dicen mucho. Hay orgullo, hay cansancio, pero también una fuerza tranquila que se impone.
Yo y mis pericos no es solo un retrato con animales; es una pequeña alegoría de independencia y autoafirmación. Porque, en el universo de Frida, hasta los loros tienen algo que decir… y lo dicen con estilo.